14-03-2018
 

LA POLÉMICA SOBRE EL RESPETO A LA VIDA DESDE LA CONCEPCIÓN



 



Vivimos en una República. Hay división de poderes. El sistema democrático posibilita nuestro desarrollo como sociedad. El debate y el intercambio de ideas enriquecen cuando es por los canales apropiados y se expresan fundamentos serios.

Esta vez, desde uno de los poderes del Estado, se ha colocado en la agenda el tema sobre la despenalización del aborto. Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿era oportuno tratarlo en este momento?, o bien indagarnos ¿es la mayor de las problemáticas que nos afecta como sociedad? Las respuestas son simples. Tratar este proyecto de ley era una cuestión pendiente, pero existen otras muy graves delicadas. ¿Acaso no mueren por año miles de personas por la inseguridad?; ¿no hubiera sido oportuno tratar la imputabilidad de los menores o la reforma del sistema carcelario? No es menos cierto que también mueren miles de personas al año por accidentes viales y aún no se ha tratado el tema de la emergencia vial. En fin, hay otros tantos temas postergados, pero la agenda colocó esta prioridad y es entonces su tiempo, aunque tal vez prematuro.

Es preocupante que mujeres mueran por exponerse a la práctica del aborto, pero legalizar el aborto, ¿es la verdadera solución a este tema? Vulnerar el derecho a vivir de quien no tiene voz; ¿es la única salida a este problema?
Aquí comienza la polémica. Claramente hay dos posiciones radicalizadas; la de quienes luchan por despenalizar el aborto y por el otro lado, quienes pugnan en proteger el derecho a la vida desde la concepción.
El punto de partida es determinar si el Estado debe regular el momento en que puede interrumpirse la gestación de una vida, y en su caso para que supuestos. Otro tema fundamental es determinar si la mujer puede decidir sobre el destino de un ser autónomo e independiente que se gesta en su vientre.

Finalmente no debe olvidarse que el aborto ya es legal si peligra la vida o salud de la madre, o bien cuando el embarazo provenga de una violación de una mujer idiota o demente.
Al mismo tiempo el derecho a la vida, bien supremo, está tutelado por la Constitución, los Tratados internacionales y las disposiciones del Código Civil y Comercial de la Nación.

En este camino es importante destacar que nuestra República ha decretado el “Día del Niño por Nacer”.
El derecho de la vida, no es una cuestión de política, de ideología ni de creencias o religiones, sino una consecuencia lógica de la naturaleza humana.
El derecho a la protección de la vida es fundamento del orden social y la protección del más débil, para poder lograr una sociedad más igualitaria.
No existe justiciable más débil que el niño por nacer. Por este elemental argumento deben encontrarse soluciones al problema que no se orienten solo a promover el tratamiento de la despenalización del aborto. La ley debe proteger a los más necesitados, a los más débiles. ¿No lo son acaso ellos los niños por nacer, quiénes no tienen responsabilidad a su concepción?

Los legisladores deben tratar este tema de manera responsable, ya que no pueden desconocer la realidad de la existencia de vida humana desde el momento mismo de la concepción.
Que el desafío de regular con la ley la situación de las mujeres cuya concepción de esa vida no fue fruto de un acto de amor, sea encontrar un camino que no limite el derecho a la vida de nadie.
Aquí es donde no puede separarse a la ley de la dignidad de la vida humana. Ley positiva y ley natural están encontradas. El derecho a la vida es inherente a la persona humana.
Además se agregan al debate los ingredientes del pensamiento religioso de cada ciudadano y su objeción de conciencia.

Es entendible el dolor y la perturbación de aquellas mujeres que no han decidido voluntariamente ser madres, pero también hay tantas otras que darían hasta su vida por poder concebir y no pueden hacerlo. En este contexto, es injusto derrochar una vida cuando hay personas que desean y no pueden engendrar un hijo y podrían adoptarlos.
¿Puede haber otras soluciones? Tal vez debiera ser este el punto de partida de esta controversia para un profundo y enriquecedor intercambio de opiniones basado en el respeto, la seriedad de postulados, y en un diálogo constructivo.
Para que el fruto del debate sea superador, sus reglas deben alejarse de toda expresión de violencia, intolerancia o descalificación a quien piensa distinto. Será una oportunidad ideal para conocer el grado de madurez que hemos alcanzado como sociedad.

Alejandro A. López Romano

 

 

 




Autor: Redaccion de TodosUnoTV
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