10-07-2017
 

Permiso, Por Favor y Gracias



 



A las diez de la mañana se abren las puertas, y entra la pequeña comunidad de niños que esperan ansiosos en la vereda. Un rato antes comienzan a prepararse las jarras de jugo, las bandejas de galletitas y se calienta la leche chocolatada, al mismo tiempo que los corazones de las dos “seños” se van llenando de paciencia y dulzura.

La casa es grande. Las pinturas de colores y dibujos de los niños en las paredes esconden lo que solía ser una antigua casona. Las habitaciones están colmadas de mesas, sillas, juguetes, juegos de mesa, acompañados por pizarrones. En el piso de arriba hay más salones donde algunas computadoras de escritorio hacen las de laboratorio de informática, con libros que utilizan las maestras en el apoyo escolar. Es llamada “La Casita” porque para los chicos que asisten es su propio hogar.

Marcela es más que la directora, es el bastión que tienen las profes y las voluntarias, coordina, da las órdenes, organiza y está presente en las actividades. “Es el lugar de los chicos, sobre todo para los más grandes: este es su espacio y no podes dejarlos sin este tiempo, la mayoría de ellos viven en espacios reducidos. Yo creo que a partir de la necesidad de los pibes sale esto, de las ganas de uno tiene, el amor y la energía que uno le pone. Cuando haces lo que te gusta no te pesa para nada.”

Verónica tiene 25 años, trabajó previamente animando fiestas infantiles y encontró en “La Casita” su lugar para vivir su vocación.“Cuando vamos al polideportivo, ves que las chicas se quedan sentadas y quietas, porque están acostumbradas a vivir en una casa con una sola habitación, donde están todas sus cosas, sus muebles su ropa: este cuarto es mi casa, y esta es su casa para ellos.”

Ella se divierte como una niña más, juega a la pelota, corre y ríe junto a los chicos. Sabe darles lo que ellos necesitan, ya sea un chiste, una canción o un reto, cuando las cosas se empiezan a complicar. La sonrisa que se pasea por su boca durante todo el día es un fiel reflejo de la pasión que le generan los niños. Y ellos lo saben.

“Cuando haces lo que te gusta lo haces con pasión, no te fastidia despertarte un sábado a la mañana, perderte un viernes a la noche con tus amigos. Si tengo un mal día, ellos sacan lo bueno de mí, es algo muy lindo verles la sonrisa y saber que lo están disfrutando, saber que estás haciendo algo bueno por otro. No me sentiría bien si me quedara en mi casa sin ganas de venir, sabiendo que estos nenes están esperando que vos estés acá. Llegar un rato antes y encontrar a los niños que están esperando a que les abran la puerta, significa que algo lindo pasa acá adentro”

A Bárbara hoy le toco el grupo de los más chiquitos, de entre 4 y 8 años, con los que hace falta una cuota más grande de paciencia para cuidarlos durante el día. Le sobra la dulzura y aunque a veces algún niño la desborde, con lo único que saber responder es con una palabra agradable.

A las dos les pasa lo mismo cuando reciben a los chicos: se llenan de energía. Los reciben con una sonrisa, intercambian su alegría con la de ellos, que esperan con ansias el momento de encontrarse para desayunar y pasar el día jugando. Se ve en el buen trabajo en equipo la fortaleza que tienen las chicas cada vez que se enfrentan a la tarea de cuidar a los niños. “Nos fuimos consolidando también como grupo de profes; si cada uno tira para un lado distinto, es muy difícil poder llevar todo para adelante, pero el grupo de los chicos también está consolidado, y eso ayuda a que el manejo sea mucho más sencillo.”

Se nota en ellos, en su obediencia y su respeto, el afecto que le tienen a las “seños” y los “profes” que les dedican su tiempo y su atención. Un cariño mucho más profundo que el de un alumno a una maestra de colegio, una relación que se construye en la confianza y en el compañerismo.
“Siempre tienen momentos, pero por lo general son muy educados y hacen caso. De nuestra parte siempre le ponemos mucha dedicación a ellos y a las actividades. Tratamos de que cada mes tenga una línea, un hilo conductor para que los chicos no se pierdan: si elegimos un mes fruta, tratamos de hacer actividades que tengan que ver con eso. También pensamos qué niños están involucrados porque en algunos casos si es algo un poco riesgoso sabes que no podes jugar con eso porque se van. Nosotros queremos que vengan y la pasen bien. Cuando los más grandes empezaron a dejar de venir nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer para que vengan y estén contentos y entretenidos? Y hoy vinieron y nosotros estamos chochos, desbordados pero contentos, queremos que vengan y la pasen bien, porque para eso estamos.”

Los niños son seres muy especiales, los caracteriza su pureza y su simpleza, que con el paso de los años generalmente se va perdiendo. Veronica reflexiona: “Admiro de ellos la inocencia y la espontaneidad, son ellos sin importar”. A lo que Barbara agrega: “Ese desparpajo de divertirse y no estar a mil como nosotros, que siempre estamos haciendo algo. Ellos viven el momento, están ahí jugando y lo único que les importa es el juguete y ellos. Nosotros estamos comiendo y pensando en todo lo que tenemos que hacer después, y verlos a ellos te baja, porque empezas a ver solo al nene y al juguete, una sola cosa que está en tu mente en ese momento. Te terminan devolviendo a vos esa paz que tienen ellos.

La alegría y dedicación de las seños unido al compromiso de los chicos, completan el ciclo de la educación de cada jornada y va construyendo a cada encuentro un futuro más sano para esos pequeños que corren detrás de la pelota y se ensucian las rodillas en cada juego.

 

 

 




Autor: Mariano Ferrentino
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