Hablar de cantores de Tango, generalmente, es retroceder a la década del 40. Pero en la actualidad hay una orquesta que suena tan bien como aquellas y muchas otras, es la del maestro Andrés Linetzki, quién a pesar de su juventud, al sentarse al piano parece entender a la perfección lo que el oído pretende, sin poner un disco del 40.
Ariel Ardit nos trae el tango nuevo y el de siempre, con una voz clara y siempre prolija, nos recuerda a grandes cantores como Marino, pero se potencia su voz al estar con la orquesta.
A los cuatro años Ariel Ardit cantó “Luna cautiva” e imitó a Sandro en el Teatro Luz y Fuerza, de Córdoba. Ya se lucía en las reuniones familiares, a puro folclore, como los otros cantores de la casa, su mamá y su tío.
“Mis amigos escuchaban rock y yo, Nino Bravo, el Dúo salteño, Alfredo Ábalos... nunca me sedujo el rock. A mí me gustaban las grandes voces y no las encontré nunca en el rock”, dispara, polémico, y le brillan los ojos.
Cuenta que de tanto deambular en la escuela secundaria su madre le propuso que estudiara canto en serio. Empezó con un maestro de canto lírico. “Y entonces apareció Gardel -sorprende, como si hablara de un dios-. Que yo cante tango es una consecuencia de mi admiración por Gardel. Pero yo lo descubro como cantante, no como tanguero”.
Aclara que su vivencia tanguera se forjó en Buenos Aires, desde los ocho años, cuando con su madre se instalaron allí. “En la búsqueda de mi identidad, aparte de ser un atorrante, yo quería cantar; sabía que ese era mi camino”, cuenta sin bajarse de la típica picardía porteña.
Una alucinación
“Si bien es mi mayor admirado y es un estímulo, Gardel es como una gran alucinación: es progresar todos los días para alcanzar metas que parece que ya tenés cerca, pero cuando vas llegando, es imposible. Sin embargo nunca fue mi anhelo ni parecerme ni imitar a Gardel. ¡No se puede! -sentencia-. Cuando canto un tema de Gardel nunca me propongo ser él. En todo caso quisiera ser Gardel en lo otro: fue productor, el primero en grabar un tango; el primer artista que hizo películas como cantante en Hollywood; de pesar 109 kilos pasa a ser un galán de cine; fue el precursor del videoclip. Gardel creó el mito, armó su personaje, y es una gran fuente de inspiración. Como cantante sería burdo que lo imitara. Pero si no canto Gardel, el público termina pidiéndomelo. Es por algo. Por la pinta debe ser”, bromea, y se la cree.
Sobre el mito de Gardel, Ardit dice que no hay cantante que haya sufrido una muerte más trágica, que encierre tanto misticismo. “Por eso, cuando canté cerca del aeropuerto Olaya Herrera, de Medellín, me imaginé que ese era el último cielo que había visto Gardel”.
Justamente, el motivo de la visita de Ardit y de dos de sus músicos es ofrecer esta noche, en el teatro San Martín, el mismo show que tuvo lugar en Medellín, en ocasión del 80 aniversario de la muerte del “Zorzal Criollo”.
El espectáculo ya se ha hecho en Córdoba, en Uruguay y en Buenos Aires, con dos orquestas; se va a presentar en el Colón este año, y abrirá la temporada lírica del Teatro Real, en Madrid, el 3 de mayo.
Esta noche será la Orquesta Estable de la Provincia, dirigida por Jeff Manookian, la que encarará los tangos, con el piano de Andrés Linesky, autor además de los arreglos sinfónicos, y Ramiro Boero en bandoneón, músicos invitados de la Orquesta Típica de Ardit. Gardel, Lepera, y otros, volverán a sonar a través de “Mi Buenos Aires querido”, “Soledad”, “Tomo y obligo”, “Arrabal amargo”, “Cuesta abajo”, “Melodía de arrabal”, “Golondrinas”, “Lejana tierra mía”, “Cuando tú no estás”, “Sol tropical”, “Amores de estudiante”, “El día que me quieras”, “Rubias de New York” y “Volver”. |
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