Este gigante e ídolo argentino, Emanuel Ginóbili, tiene detrás de esa figura ganadora una historia llena de problemas y traumas en cuanto al deporte que practica todavía en la actualidad. Si bien ama hacerlo, y se nota, de chico no era tan asi. Para los jugadores de básquet medir menos de 1.80 metros es un problema. Y a Manu le pasaba eso: no superaba los 1.75 cuando era adolescente y no pegaba el famoso estirón. Su mayor problema era compararse con sus hermanos, los cuales ya eran mucho mas altos y jugaban profesionalmente. Pensaba que su sueño, de vivir del deporte, no se iba a poder cumplir. Se comparaba con ellos hasta en los boletines del colegio porque eran su referencia a seguir. Además, Manu contó que es muy competitivo en todos los aspectos. Siempre buscó parámetros. Lo hizo en Bahía, en Italia y en la NBA.
Loa adolescentes que practican este deporte a veces hacen cosas ilógicas para crecer. Ginóbili confesó que fue a un médico por el problema de su altura, que tomaba levadura de cerveza y que saltaba para tocar las chapitas de las casas y así estirarse.
Manu estaba desesperado. Todos los días le pedía a su padre que lo mida, contra la pared, marcando su altura con un cuchillo. No quería que su sueño se caiga a pedazos e iba a hacer lo imposible para convertirse en el mejor jugador de básquet del mundo, tenga la altura que tenga.
Pero tuvo algunas trabas en su carrera. Una de ellas, fue cuando lo bajaron de la Selección de Cadetes de bahía, por petiso. Cuando entregaron la lista con los nombres de los jugadores que iban a participar del torneo en Mar del Plata, él no figuraba pero sus hermanos si. Ese hecho lo marcó mucho porque él estaba muy ilusionado con ir a jugar esa competencia. Pese a estos obstáculos, Manu no se rindió. Su carrera creció cada vez más, y es el responsable de muchas alegrías de todos los argentinos. ¡Ojalá seas eterno Manu!
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