Volviendo de Lomas por Hipólito Yrigoyen rumbo a mi casa, pasé frente al Banco Piano y como figurita repetida, observé con una mezcla de sentimientos, la cantidad de abuelos en una cola interminable y desde temprano, en la puerta de dicho Banco, en espera del cobro de su jubilación.
Algunos con bastón, algunos con un banquito traído de su casa, otros con algún improvisado asiento de los frentes de las casas que a diario recibe a los abuelos, otros acompañados por algún familiar para hacer más llevadero el tiempo de espera.
Lo que más duele, es que todos tiene cierta tristeza en la mirada, imagino, por el manoseo y (yo siento) la falta de respeto a sus años, a sus canas, a su trayectoria laboral.
Porque no nos olvidemos que están esperando cobrar su jubilación, o sea están esperando cobrar el “premio“ al trabajo realizado toda una vida y mi sentimiento me revela a que no es el consabido utópico premio , ya que muchas veces no les alcanza para vivir el mes, solo a sobrevivir.
Estos son los sentimientos que me embargan, impotencia, dolor, vergüenza ajena, lo siento humillación. Parece que están rogando un pago a tantos años aportados.
Uno de mis deseos utópicos, es que de una vez y para siempre, tratemos con respeto y amabilidad a nuestros abuelos, por su edad, trayectoria, necesidades. Y sobre todo, que no nos olvidemos que el tiempo es inexorable, pasa y a todos nos llega.
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