Corrían los 21 minutos de la primera mitad y una pelota puesta con criterio por parte de Rodrigo De Paul, en velocidad superó Di María al marcador y definió por arriba del cuerpo del arquero, desde el 2005 que Argentina no marcaba en una final.
Encontrar en Di María ese socio ideal, que a lo largo de los anteriores procesos fue dueño de la banda izquierda, criticado hasta el hartazgo, hoy en la posición que le encontró el técnico, en el que además de generar peligro define situaciones, asume riesgos y protagoniza acciones en rol estelar.
Brasil esperaba en Neymar esa apuesta a ganador que no le dieron ni Lucas Paquetá ni Richarlison, en un primer tiempo dónde los de Scaloni controlaron la mitad de la cancha con la idea de presionar alto y escalonando marcas al no tener la pelota, impecable tarea táctica.
La segunda parte arrancó con Brasil nervioso, sabiendo sus necesidades, 7 minutos y Richarlison recibe en posición adentada y a pesar de convertir es bien anulado por el asistente.
A la cancha Guido Rodriguez por Paredes, el único amonestado, la variante en un equipo resistente e inteligente, Otamendi se lució en la zaga como Acuña por la banda. Adentro Tagliafico, afuera Lo Celso para darle a Acuña mas libertades, mejor la albiceleste ante los nervios de Brasil.
Tité despachó las variantes ofensivas poniendo lo mejor, con la intención de empatarlo, pero el duelo táctico se lo ganó Scaloni por escándalo.
Sufriendo los minutos finales, asediado por el local que sin ideas era todo empuje y con la voz del puñado de privilegiados que nunca cesaron el aliento, y disfrutaron como 45 millones de almas.
Con un Messi mas terrenal que nunca y Diego en el cielo, la selección le ganó a Brasil en el mismísimo Maracaná, cortó la racha de finales perdidas y el 10 tuvo su revancha, la que nunca se cansó de intentar a pesar de lo ruinoso del camino el fútbol le dio revancha. Salud Campeones, salud Lionel, merecidísimo. |
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