16-08-2019
 

El sueño del pibe que no fué



 



"El sueño del pibe que no fué" - Un cuento de Oscar Damiani

Yo tenía 7 años, era un chico normal, nacido en un hogar de clase media, con ilusiones, gustos, amigos, cosas que te gustan ¿viste? También la obligación de ir a la escuela, estudiar inglés con Marta la profe particular, cosas que no te gustan pero que de tanto machacar el viejo te las metió en la cabeza: “Estudiá, es la única forma de ser alguien aprendé, seguí una carrera, va a ser la única manera de no ser un triste empleado de Banco como yo”.
A mi edad mucho no se entendía eso, mi viejo se quejaba de ser un empleado bancario pero teníamos una linda casa, teníamos auto, teníamos tv plasma, asadito los domingos, todo lo que cualquier familia de clase media tiene.
Una tarde vino Claudio, un amigo de mi viejo de visitas a casa y tuvo una charla con él, le contó cosas de su vida, planes que tenía. Claudio había decidido, con un amigo futbolista retirado, abrir una escuela de futbol en el barrio y le planteó a mi viejo la posibilidad de que yo fuera a la escuelita que ya tenía nombre antes de nacer, se llamaria "la mano de Dios".
Yo, desde los 5 años, jugaba al futbol en un potrero en la esquina del colegio a 3 cuadras de mi casa. Me gustaba, pero no era una ilusión ni un sueño dedicarme de lleno al futbol, no sabía si tenía habilidad y si era bueno, aunque en cada "picado" o partido de barrio los chicos venian a buscarme y le decían a mi vieja: " Gladys déjelo venir, sin él vamos a perder", mi vieja no precisaba consejos ni ruegos de mis amigos, nunca fue una madre castradora ni de castigarme prohibiéndome ciertas cosas.

Volviendo a "la mano de Dios" Claudio convenció a mi viejo de llevarme a ver qué tal era, y me dijo "invita a todos tus amiguitos a que vengan y si a alguno los padres no lo dejan, avisame que yo voy a hablar con ellos".
Mi viejo, que nunca se había preocupado por saber si yo realmente tenía esa cualidad innata, me propuso ir a la escuelita y empezó a llevarme y muchas veces quedarse a ver si yo tenía cierta habilidad o era un "tronco", y por los dichos de Claudio recuerdo que siempre le decía: “Martín, con 7 años tu hijo apunta bien, es fuerte, sabe pararse en la cancha, tiene habilidad, es un diamante que tenemos que pulir.
A los 5 meses la escuelita tenía 35 pibes de distintas edades pero la mayoría entre 7 y 9 años por lo que Andrés, el socio de Claudio que había jugado en un cuadro grande, se le ocurrió armar un equipo y participar en torneos barriales.
Mi viejo no era un apasionado del futbol, pero, me llevaba y me seguía, por lo que se empezaba a hablar de mí como futuro crack, posibilidad que yo veía lejana porque el tiempo pasaba rápido y porque la condición sine qua non que me pusieron en casa fue "vos estudiá, mientras seas un buen alumno vas a tener futbol", si aflojaba perdía.

Pasaba el tiempo, cumplí 10 años ya llevaba 3 años jugando en" la mano de Dios" y en una vieja vitrina de vidrio que alguien le donó se empezaron a acumular trofeos ganados en los torneos, pasaron 2 años más, cumplí los 12, terminé la primaria, seguía jugando para el equipo, seguía haciendo goles. Y llegó la charla familiar, común en todo hogar como el mío, decidir que iba a seguir estudiando y en qué escuela o instituto, por supuesto era otra la época y eran los viejos los que decidían nuestro futuro, a nosotros no nos consultaban, y entonces mi viejo decidió, antes de tomar una decisión, hablar con la maestra que tuve en la escuela primaria, la señorita Ana, ésta vez no fue porque lo hubieran llamado ni por quejas de alguna trapisonda de los alumnos de séptimo, fue pedirle un consejo por lo que ella vio de mi.
La maestra le dijo "es muy inteligente, es muy capaz, lo apasionan los números, lo atrae la matemática", entonces mi viejo en el viaje de vuelta a casa lo decidió, que siga en el colegio secundario y sea perito mercantil en el Manuel Dorrego, pensando que después ingresaría a la facultad y seguiría la carrera de Contador Público Nacional, siempre creyendo en hacerme entrar al Banco, no como empleado igual que él sino con un cargo superior por tener un titulo. Pero, mi história de vida me aparta por momentos del tema central que era el futbol.

Ya dejaba la niñez, entraba en la adolescencia, iba camino a los 14 años estaba en segundo año de la secundaria, por supuesto seguía jugando al futbol, y el futbol empezó a ser mi pasión. Estábamos en el mes de julio, fines de julio, era una mañana muy fría pero con un sol radiante que derretía la escarcha y levantaba como un humo por el calor del señor sol.
Mi viejo me llevó a la escuelita de futbol antes de irse al Banco, tuvo una breve charla con Andrés y Claudio y se fue, yo hasta ahí ni enterado de lo que pasaba. Cuando me iba a cambiar para empezar a precalentar Andrés me dijo "no te cambies pibe, hoy no jugas", me corrió un frio por la espalda, mas frio que la mañana de invierno, no quise preguntar por qué, pensé lo peor, pensé se terminó el futbol, no soy lo que esperaban, pero también pensaba soy el goleador, nunca o casi nunca ganó el equipo sin mí. Tenía miedo hasta que Claudio me tranquilizó cuando me dijo "pibe, hablamos recién con tu viejo, le pedimos permiso para llevarte a una prueba de jugadores en un equipo profesional, de los grandes”. Andrés tiene relaciones, y cuando hay un futuro crack, él se comunica con esas relaciones para que lo prueben, subimos al auto, nos fuimos, viajamos casi una hora, llegamos a un predio con varias canchas, vi muchos jóvenes y adultos llegar ,eran las instalaciones donde entrenaba la primera división y en dos canchas auxiliares las divisiones inferiores separadas por edad y categoría. Se armó un partido informal, me dieron una pechera celeste y me dijeron “Vas a jugar con los de la 5ª”. Me comían los nervios, había gente desconocida pero influyente mirándome, me tocaba jugar con juveniles con los que nunca había jugado, no me conocían ni yo a ellos pero no sé si por la audacia de la edad o porque me tranquilicé, me aflojé y traté de hacer lo que sabía. Terminado el partido, un señor me dijo "pibe, el viernes a las 09:00 tenés que estar acá con tu padre, traé fotocopia de tu DNI y si tenés una partida de nacimiento traéla, venite preparado para una revisación médica necesaria antes de incorporarte”. Entendía todo y no entendía nada, llegué a casa, eran más de las 12:30 y mi vieja preocupada, ella no sabía nada y se asustó porque en "la mano de Dios" entrenaba de 9:00 a 10:30. Ella, al ver que no venía, fue hasta la escuelita y no había nadie, Andrés y Claudio se habían ido conmigo y 2 o 3 talentos más, pero ella ignoraba todo, no lo quiso llamar al viejo al Banco para no alarmarlo, aunque él sabía dónde iba yo y no dijo nada.
No hubo tiempo de hablar ni contar nada, la hora de entrar al colegio ya estaba encima y mi vieja entre rezongos y lamentos me llevó a las corridas.
Esa tarde entré al Manuel Dorrego y vi todo distinto, entré al aula y hasta me olvidé de darle un beso a Carolina, mi compañera de banco, compañera de toda la primaria, la hija del veterinario, una rubiecita de mi edad que a los 14 años empezaba a ser mujercita, era linda, empezó a desarrollar sus atributos de mujer, y pese a que varios compañeros le tiraban los galgos Carolina era incondicional conmigo. Estaba exultante, empecé a contarle a Carolina lo que me había pasado, 2 veces me llamó la atención la profe de historia y la tercera vez me sacó del aula porque no prestaba atención y no dejaba que los demás atiendan revolucionando a todos con mi charla.

Pero volvamos a lo que interesa, qué pasaba con mi futuro deportivo. Esa tarde, al salir del colegio llegue a casa, casi junto con mi viejo que venía del Banco, mi vieja preparó mates, me sirvió la merienda a mí y a mi hermanita y empezó la charla familiar de lo que fué esa mañana. Al rato vino Carolina, que todavía estaba sorprendida por lo que le conté y por todo lo que pasaba en una mañana, yo no pensaba en nada, solo pensaba en sacar la fotocopia de mi DNI, apurarla a mi vieja para que hablara con una amiga de su época de estudiante que trabajaba como encargada del registro civil, para que me consiguiera de un día para otro la partida de nacimiento. Si hubo algo que nunca fuí en mi vida es ser ordenado, pero, ahora quería tener todo en orden para el viernes, y convencer a mi viejo para que pidiera permiso en el Banco para acompañarme, porque era condición del club ir acompañado por él. Mi vieja ya había impuesto condiciones, ella también iba el viernes cueste lo que cueste. Y llegó el día, me levanté nervioso, me levanté asustado, me levanté feliz.
Llegamos al predio, mi viejo presentó la documentación requerida y me acompaño al consultorio médico donde dos doctores, uno de ellos deportólogo, me revisaron y me ordenaron algunos análisis, pero me tranquilizaron y me dijeron “Fisicamente estas bien, un poco anémico, propio de la edad”, que tendría que empezar un régimen alimentario adecuado, y me dieron una lista de cosas que sí podía comer y cuáles no, que el martes me tenía que poner a disposición del preparador físico y el cuerpo técnico.
Surgieron ahí las primeras complicaciones, había que llevarme al predio que estaba a una hora de viaje en auto, que tenía que ir y volver a tiempo para cumplir con mi única obligación: seguir estudiando. Entre idas y vueltas, mi viejo resignó los ahorros que tenía y compró otro auto para que mi vieja me llevara, él no faltaba al Banco ni por enfermedad. Recuerdo que me dijo "el día que firmes el primer contrato si llegas a profesional me devolvés uno por uno los pesos que hoy invierto por vos", sabía que era decirlo nada más, el viejo nunca sacaría una ventaja de mi y mucho menos de mi hermanita que, por ser la más chica y mujer, era la consentida de la casa.

Mientras les cuento toda esta historia de vida, el almanaque corre más rápido que el teclado y el tiempo pasa, entre entrenamiento, escuela y Carolina que cada vez me atraía más pese a habernos criado juntos, claro ya no era esa rubiecita de piernas flacas, sin forma y sin coquetería, ahora ya había pasado los 15 años, tenía lindas piernas, lindo cuerpo, bien desarrollada y con los ojos con sombra y labios pintados, sus jeans ajustados marcando sus formas, su pelo rubio largo hasta casi la cintura.

Pasó el tiempo, terminó la secundaria y apareció mi primer dilema, yo era uno de los lideres de 5º año del "Dorrego", campeones del primer torneo intercolegial ,claro, éramos cuatro surgidos de diferentes escuelas de futbol que jugábamos en las inferiores de clubes profesionales, y los restantes se complementaban muy bien y eran buenos jugadores sin ser netamente futbolistas. El dilema era el viaje de estudios, primero dónde ir, segundo juntar la plata, pero para mí era peor, ¿cómo conseguir permiso en el club que estaba en instancias finales a punto de campeonar en mi categoría?... De elegir el lugar se encargaba Carolina con 2 compañeras más que eran las más despiertas para organizarse, la plata no era problema, habíamos hecho rifas, eventos, y por suerte los padres de casi todos no eran millonarios pero estaban dispuestos a hacer un sacrificio por sus hijos, entonces el dinero a recaudar era para algun compañero de bajos recursos que siempre hay pero, que no es menos que ninguno de nosotros.
Ese día, con Claudio que me acompañó, hablamos con un dirigente y con el entrenador sobre la ilusión que generaba mi viaje de egresados, pero, que era consciente de mi responsabilidad ante el club, fue una mañana de suerte, el dirigente se lavó las manos como hacen siempre y le tiró la responsabilidad de decidir si me daban permiso o no al entrenador. Éste hombre, por su edad, casi como mi viejo, padre de adolescentes de mi edad y estudiantes como yo entendió que, el viaje de egresados se dá una vez en la vida y nos marca para siempre y que un jugador por más bueno que sea solo, no gana ni pierde un campeonato y que es responsabilidad de él tener un suplente para cada puesto, así que por diez días, solo diez días, me daba permiso.
Esa tarde fue una tarde que me marcó la vida para siempre. Sucedió una de las dos cosas que nunca olvidaré, nos reunimos para definir lo del viaje, las chicas con Carolina a la cabeza habían arreglado con una empresa de turismo un viaje a Cataratas del Iguazú, los números cerraban y sobraba algo de dinero para bancar los gastos de los más necesitados. No solo resolvimos el tema del viaje, le pedí a Carolina tener una charla a solas después de la reunión, no podía dejar de mirarla, lo hermosa que estaba con pollera negra corta, botas de cuero hasta la rodilla y campera de cuero y perfumada, muy perfumada, coqueta como siempre fué
Esa tarde le pedí formalmente que fuera mi novia y le regalé una medallita, un corazón de plata que había comprado para ella, me respondió que sí, que aceptaba, pero con una condición: que en la relación nunca se hablara de futbol, no porque no le gustara sino porque yo jugaba en el club que era acérrimo rival del cual ella y su familia eran simpatizantes desde siempre, no me quedó más remedio que aceptar, mi amor por ella era más fuerte que los colores de una camiseta, además, hoy puedo confesar que yo tampoco era simpatizante del club en el que jugaba.
Pasó el viaje de egresados, pasaron esos primeros días de romance con Carolina, que cada vez me tenían más enamorado de ella, y hubo que volver al club, y empezar a preparar el ingreso a la Universidad. Aprobado el ingreso, empezó la difícil tarea de entrenar, jugar, estudiar y cumplir con mi familia y mi novia.

Un día llegue al club, el Técnico me dijo a mí y a dos compañeros defensores que después de entrenar quería hablar con nosotros, y la noticia fue que pasaríamos a jugar en reserva porque el DT de primera nos venía observando y nos pensaba promocionar y llevar al banco de suplentes de la primera. Es imposible de contar la alegría con que me fui ese día, llegue a casa con la idea de contar y compartir la noticia con mi vieja y esperar a la noche para hablarlo con mi viejo pero, me llamó la atención llegar a casa y encontrar a mi viejo que no fue al Banco y mi vieja muy seria, con rostro desencajado. Hasta acá hubo un detalle que nunca mencioné, mi viejo era un fumador empedernido, el médico le había recomendado varias veces tratar de dejar el vicio, pero el Banco y el cigarrillo eran más fuertes.
Ahí me enteré que el viejo había ido al médico, se había hecho estudios y que su salud estaba deteriorada a causa del tabaco, ése fue un golpe bajo, me dolió y me cambió todo, los viejos pese al momento difícil se dan cuenta de todo lo que nos pasa y me adelantaron que yo tenía que seguir adelante estudiando, entrenando y queriendo a Carolina, que la enfermedad del viejo no debía, no podía cambiar nada, pero íntimamente , para mí cambió todo...

Terminó el campeonato de reserva, campeones por cinco puntos de ventaja sobre el segundo, en un campeonato muy parejo donde cualquiera le ganaba a cualquiera. Fuí el goleador con 27 goles, fuí designado capitán, fuí citado por el técnico de primera para dos partidos, y la máxima fue que el cuerpo técnico de la selección sub 20 pensaba convocarme por ser lejos el mejor "9" de los juveniles.
Ya iba a cumplir 20 años, en la facultad me iba bárbaro, en el futbol también, con Carolina empezamos a hacer planes futuros serios, firmé el primer contrato, le quise dar plata al viejo, devolverle la que invirtió, enfermo y deteriorado como estaba me dijo: “ si me querés dar plata te echo de casa”, entonces, a través de un amigo del veterinario, el papá de Carolina, empezamos a pagar un departamento, no solo con mi primer plata importante sino con el aporte de mi futuro suegro también.

Todo este relato es hasta aquí una historia perfecta, como toda historia casi siempre tiene final feliz y en parte lo tiene, me recibí de contador, Carolina se recibió de veterinaria siguiendo la tradición familiar igual a su padre, yo fuí al banco de suplentes casi todo el campeonato pero siempre el entrenador me ponía los últimos 30 minutos de cada partido para darme rodaje y yo le respondía con algunos goles, las últimas 6 fechas fuí titular, salimos campeones y debíamos resolver quien era el super campeón jugando un partido único con el rival de siempre, el equipo de Carolina (y el mío).
Estaba en la concentración, cuando sonó el celular, mi vieja me llamó llorando, pidiéndome si podía ir que mi viejo se había descompuesto y lo iban a internar. Hablé con el Técnico y me dió permiso para ir y volver lo antes posible, la final se jugaba a las 21:00 del día siguiente, llegué a casa, Carolina me esperaba para ir juntos al sanatorio, mi vieja se había ido con la ambulancia acompañando a mi viejo, trató de no preocuparme, me habló para que me tranquilizara. Llegamos al sanatorio y el médico habló claro con nosotros, con mi vieja, con Carolina que ya era casi de la familia y conmigo, nos dijo es un cáncer de pulmón, está muy ramificado, le quedan horas de vida… En silencio, llorando, sin decir una palabra volví a la concentración, traté de dormir esa noche pero no pude, me acordaba cuando apareció Claudio y "la mano de Dios", del sacrificio de mis viejos para que yo llegue hasta donde llegué, de lo mucho que quiero a mi familia en especial a mi viejo que fue siempre padre y amigo, del amor que siento por Carolina. Y así pasé la noche, sin dormir, esa es la segunda cosa que me pasó en la vida y nunca olvidaré. A la mañana siguiente hablé con el Técnico, le dije que no había podido dormir, que fisicamente no estaba en condiciones para jugar esa noche, me respondió tratá de dormir ahora de día, vos tenés una responsabilidad que cumplir ésta noche, un club, una hinchada, y tus compañeros esperan todo de vos, lo miré con resignación con ganas de preguntarle y en mi viejo ¿quién piensa? él se está muriendo y a mí me piden responsabilidad por un partido. Cerca de las 16:00 recibí un llamado de Carolina, mi padre habia fallecido.

Junté todas mis cosas entre lágrimas, le comuniqué la noticia al técnico, recibí el abrazo y la contención de todo el plantel, de la dirigencia, y el entrenador me dijo "es un momento difícil, pero la vida continúa, el mejor homenaje que podés hacerle a tu viejo es jugar ésta noche y jugar tu mejor partido", agaché la cabeza le respondí que le agradecía sus palabras pero, que la vida de mi vieja, de mi hermana y de Carolina también continuaban y que mi vida estaba al lado de ellas, dí media vuelta y me fuí, me fuí a la sala velatoria a despedir al viejo, al que no iba a ver más.
Alguien me comentó esa noche que la final había terminado 2 a 0 a favor de los rivales, que el equipo en que yo jugaba perdió la final y yo…yo perdí a mi viejo y el interés por seguir jugando.

Hoy tengo 32 años, el Banco me ofreció el lugar del viejo, "la bancaria" presionó para que me dieran el puesto, por mi título y mi capacidad ascendí, hoy soy subgerente, y creo que a fin de año asciendo a gerente, me casé con Carolina ella trabaja en la veterinaria de su padre ya jubilado, tenemos 2 nenas y un varón que tiene 4 años y ya me pide jugar al futbol, yo integro el equipo del Banco que lleva 3 años seguidos saliendo campeón, tengo a mi vieja que se entretiene con las nietas cuando yo voy al Banco y Carolina a la veterinaria, ayudo a mi hermana para que estudie y los domingos, los domingos voy al cementerio a llevarle flores a mi viejo con Carolina y después a la cancha a ver a nuestro equipo el eterno rival del que yo fui goleador y hoy tan solo es un recuerdo.

 

 

 




Autor: Redaccion de TodosUnoTV
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