La vieja canción infantil española, creada para festejos de la noche de San Juan me resuena como una perfecta metáfora al presente de Central Córdoba:
Aserrín, aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no le dan
piden queso le dan hueso
y le cortan el pescuezo
Y así estamos los hinchas charrúas, pedimos nos den de comer y no nos dan y no es que estemos pidiendo caviar, pan y queso, con lo más simple nos conformamos, pero no nos dan, nos tiran huesos cada vez más pelados, más blanquitos y vemos como nos cortan el pescuezo a las puertas del octogonal.
Nos tocaba de visitante, llegamos con lluvia, cancha en mal estado, llegamos con la ausencia de los dos mejores jugadores de esta etapa Ferrari y Cereseto, pero enfrente estaba el último equipo del torneo con una campaña más que pobre, en la balanza de opciones parecía que teníamos todo para ganar y soñar en serio con la clasificación.
Arranca el partido y Córdoba intenta tocar por abajo, loable intención, pero justo en una cancha que invitaba al pase largo por arriba y uno no se puede olvidar de los partidos pasados en los que con buen campo de juego el Charrúa intentaba todo por arriba.
El primer tiempo fue del minuto 0:00 al 43:59 todo era del equipo rosarino:
03`, gran jugada de Bracco por izquierda, gambeteando hasta la raya del fondo centro y Trejo le pega de volea yéndose la pelota muy cerca del palo derecho.
27´ patea Yassogna cuando debería jugar desde fuera del área, rebote y Funes le da de primera, nuevamente se va cerca
36´ cabezazo cruzado de Esquivel en ataque que revienta un palo
38´ centro de Yassogna peligrosísimo, intenta rechazar un defensor y casi gol en contra
Pero llega el minuto 44, esos minutos fatales en toda la campaña charrúa, uno ya piensa que los jugadores dan por terminado los primeros tiempos y los partidos antes de que el árbitro pegue el pitazo final.
Córner para el local, y Arturo Mendoza se trasmuta en Cesáreo Onzari, aquel delantero de Huracán que concretara el primer gol olímpico de la historia de nuestro fútbol en este estadio de Sportivo Barracas en 1924, aprovecha la apresurada salida de Giroldi y convierte un golazo.
Baldazo de agua helada sobre jugadores y pueblo charrúa que parece no poder escapar de este maleficio. Los players azules quedan tan congelados que al minuto 47 de no ser por una extraordinaria atajada de Giroldi nos íbamos al vestuario 2-0.
El segundo tiempo fue otra historia, pese a que el técnico rosarino intenta dos cambios antes de los 20´, algo casi inédito, Córdoba está totalmente deshilachado, no logra peligrosidad ni seguridad. Adelanta a sus hombres dejando espacios enormes atrás pero sin generar nada en área rival y
Sportivo se va animando:
26´ Brian La Torre se va sólo en un contraataque, gambetea a Giroldi, pero en vez de hacer el gol se demora increíblemente permitiendo la llegada de Casini quien salva la situación
27´ Salomone se lo pierde debajo de los tres palos
Y nuevamente el minuto fatídico, 45´ golazo del arrabalero que a esa hora se floreaba, la tocan todos y la empuja al gol Eloy Rodriguez. Vuelta a casa, la fecha continúa el sábado y todos los equipos menos Luján juegan para Central Córdoba y estamos a 3 puntos del último del octogonal quedando 9 en juego, todo es posible, porque hasta se puede dar que clasifique Berazategui pero se vaya al descenso liberando otro lugar en la clasificación. Claro, falta que Central Córdoba juegue para Central Córdoba pero parece difícil por lo que se ve en la cancha y con un técnico que me resulta incomprensible.
Conversando con mi gran amigo y charrúa de ley Carlos Rotchen el mismo me decía, “Teglia quiere jugar al toque al ras del piso en el barro y a los pelotazos en el césped, se guardó nuevamente otro cambio teniendo muchos jugadores cansados en cancha, capaz que lo haga en el colectivo y para completarla va a la televisión y habla de otro club”, ya no me siento tan sólo.
Y los charrúas esperamos el partido contra Luján, vamos a volver a pedir un poco de pan y queso, esperemos no nos corten el pescuezo.
Me despido, como siempre, disculpándome si mi crítica molesta a algún alma sensible.
-Pablo Adrián -El Agrio- |
