Andrés Irá es quien nos regala apasionadas transmisiones de los partidos que juega Central Córdoba en carácter de visitante por Todosunotv. Cuentan las malas lenguas que no se acerca al Gabino Sosa porque ha tenido serios entredichos con carniceros del barrio en el afán de conseguir carne a buen precio, por lo menos eso es lo que yo entendí porque me dijeron que tuvo varios problemas de falda por la zona sur.
Pero no es de esa ira de la que quiero hablar, tampoco de la ira de Zeus que llenó sus manos de relámpagos para castigar al mundo, ni la de Aquiles que encendió en llamas su cabello antes de atacar a los griegos, ni la ira que forma parte de los siete pecados capitales del catolicismo.
Me refiero más a esa ira, cólera, rabia, enojo o furia que se expresa a través de la irritabilidad, que aumenta el ritmo cardíaco, la presión sanguínea, los niveles de adrenalina e hincha las pelotas.
Esa ira que nace cuando uno le dice a alguien que está dentro de sus afectos o círculo de interés:
-No te comas todas esas ciruelas verdes que vas a tener diarrea- y el aconsejado contesta
-¿Y vos qué sabés? Dejame a mí que sé más que vos- y se clava la bolsa de ciruelas verdes.
Dos horas después deviene el efecto diarreico inevitable y hay que aguantarlo decir:
-¿Podés creer que mala suerte?, mirá lo que me pasó, me mandé una montaña delante de todos.
Allí uno se pone iracundo, huye hasta llegar bajo el cielo azul de Puerto Montt y grita al mar:
-NO, NO Y NO, MALA SUERTE ES CUANDO PASA ALGO IMPREVISTO NO ALGO QUE TODOS VEN QUE VA A PASAR MENOS VOS QUE TE EMPERRÁS-
Pero frente a los siete pecados capitales, la religión católica opone siete virtudes y la virtud que se pone cara a cara con la ira es la paciencia, así que, bajemos un cambio.
No existe frase más odiosa que “te lo dije”, así que no la diré, pero los que siguen los artículos de El Agrio ya saben de qué hablo.
El técnico charrúa una vez más insistió con su incomprensible política deportiva de no hacer cambios, a él no le importa que la delantera charrúa sea un Sub40, ni que en 8 días el equipo deba jugar 3 partidos, 2 de visitante, ni que a partir de los 20 minutos del segundo tiempo hay al menos cuatro jugadores que no pueden más, ni que el rival meta 3 cambios lo que significan hombres frescos para correr, ni que el equipo no agarre la pelota ni para los saques laterales, ni que faltando 2 minutos los cambios sirven al menos para enfriar el partido, hacer tiempo, cerrar el resultado, no le importa nada de todo eso, él no hace cambios y listo, que para eso es un DT de vasta experiencia, y ya no sólo se guarda un cambio, sino que directamente se guarda dos cambios, ahí tenés.
Eso, más la decisión de que un penal a favor lo patee otro jugador que no sea Cereseto, llevó a que ocurriese aquello que los que miraban el partido veían que estaba por ocurrir, nuevamente nos roban puntos imprescindibles en el final del partido. Queda como dato gracioso que faltando cinco segundos un jugador de Ituzaingo casi hace un gol en contra, lo que hubiera sido una gran injusticia porque mucho hizo el Charrúa para que el Verde empate y no merecía que se le escape así el logro.
Los psicólogos señalan como una de las consecuencias de la ira al derrotismo y resulta muy difícil tratar de mantener esperanzas con un equipo que cuando no se hace los goles solos el técnico le encuentra la vuelta para frenar todo envión anímico que pudiera revertir la historia. Y quiero dejar dicho que a Cereseto lo está sobre-exigiendo y que es muy probable que no termine el torneo sin lesionarse. Pero, bajemos los decibeles, recurramos a aquellos temas musicales que alegraron nuestra infancia para terminar sonriendo, entonemos juntos en homenaje a María Elena Walsh:
Dicen que en el Reino del Revés
Un equipo rosarino de la C
Tiene un técnico que no vé
Lo que todo el mundo vé.
Me despido, como siempre, disculpándome si mi crítica molesta a algún alma sensible.
-Pablo Adrián -El Agrio- |
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