16-10-2016
 

El Cura Brochero fue declarado santo por la iglesia



 



Los argentinos todos; católicos, cristianos y de otros credos, sienten un inmenso orgullo porque un compatriota, nacido en nuestra querida Nación, ya está en los altares y el mundo entero habla de esto. Se trata de José Gabriel del Rosario Brochero, nació en Villa Santa Rosa, -cordobés de pura cepa- un 16 de marzo de 1840 y falleció en Villa del Tránsito, un 26 de enero de 1914. Fue un sacerdote católico, que por su manera de llevar el mensaje de Cristo a los necesitados, en mula, entre cerros, rocas y ríos, con calor y con frio, fue popularmente llamado el “cura gaucho”.

Esta enorme satisfacción es irrepetible, porque un Papa argentino proclamó santo a este cura, también argentino. Es muy oportuno, ya que en estos tiempos que vivimos, donde pareciera que los valores de las personas se van extinguiendo, donde los ídolos de la sociedad son elegidos por su belleza física, su riqueza o éxito mundano, aparece en medio de todo esto, este modelo a imitar; el modelo del cura entregado como pastor a sus ovejas. Vocación y coherencia de vida han hecho llegar a este sacerdote a los altares. Muchas veces solemos escuchar, incluso de labios de cristianos, expresiones que reniegan de creer en la Iglesia y los “curas”, pero sí en Dios. Bien, el ejemplo de vida de este cura, hará repensar a más de uno.

El 16 de octubre, en territorio Vaticano, el Papa Francisco leyó la fórmula en latín que elevó a Josephum Gabrielem del Rosario Brochero al máximo honor de los altares. También hizo lo propio con los otros seis beatos canonizados en la misma ceremonia: dos franceses, Salomon Leclercq (1745-1792) y Elisabeth Catez (1880-1910); dos italianos, Lodovico Pavoni (1784-1849) y Alfonso Maria Fusco; un español, Manuel González García (1877-1940); y un mártir mexicano, José Sánchez del Río (1913-1928). Por las venas de este Santo, se desplazaba la palabra de Dios. De fé íntegra se comprometió con su misma vida al anuncio del Evangelio y la educación del pueblo. No se relajó un instante, con su pequeña estatura y su frágil salud, recorrió kilómetros y kilómetros, bajo las inclemencias del tiempo y la geografía adversa, para ayudar a pobres, enfermos y desamparados. Un hombre que entendió y practicó el mandato de Cristo. Murió ciego y contagiado de lepra por asistir a los enfermos. Por eso ya es un santo.

Es importante recordar los pasos que tiene la Iglesia para hacer santo a una persona; a un siervo de Dios. Para los católicos, los santos forman la llamada Iglesia triunfante e interceden ante Dios por la humanidad, por los vivos en la Tierra y por los difuntos en el Purgatorio: es la llamada comunión de los santos. Todos ellos, incluso los que no han sido oficialmente reconocidos como tales, tiene su festividad conjunta en el Día de Todos los Santos, que se celebra el 1 de noviembre y que para los católicos representa que, más allá del número de personas canonizadas , hay abundantes cristianos que ha alcanzado el ideal de comunión con Dios. La canonización es el acto mediante el cual la Iglesia Católica, en ambos ritos (Oriental u Occidental), declara como santo a una persona fallecida. Este proceso comprende la inclusión de dicha persona en el canon, o lista de santos reconocidos. La canonización, ya sea formal o informal, no “hace” santo a ninguna persona: Es solo una declaración de que ella es santa y fue santa desde antes del proceso de canonización.

La Iglesia Católica; ya sea en ambos ritos, posee un mecanismo formal continuo para llevar a cabo el proceso de canonización de una persona. Actualmente las canonizaciones se efectúan después de un proceso judicial, llamado Proceso de Beatificación y Canonización, o simplemente proceso de canonización. El Proceso de Canonización se puede definir como el proceso que dilucida la duda acerca de la santidad de una persona. Existen dos vías para llegar a la declaración de canonización: a) La vía de virtudes heroicas y b) La vía de martirio. En el proceso de canonización se establece la duda procesal de si el candidato a santo (o siervo de Dios) ha vivido las virtudes cristianas en grado heroico, o si ha sufrido martirio por causa de la fe. Además, para llegar a la canonización se requiere de la realización confirmada de uno o dos milagros. La canonización se lleva a cabo mediante una solemne declaración papal de que una persona está, con toda certeza, contemplando la visión de Dios. El creyente puede rezar confiadamente al santo en cuestión para que interceda en su favor ante Dios. El nombre de la persona se inscribe en la lista de los santos de la Iglesia y a la persona en cuestión se la “eleva a los altares”, es decir, se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica por parte de la Iglesia católica. Ya el “cura gaucho” está allí como un nuevo santo, pero argentino”.

 

 

 




Autor: Redaccion de TodosUnoTV
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