Con los años me he puesto muy observador, quizás sea un efecto de los años maduros que empiezan a tenerse en cuenta al momento de mirar y analizar situaciones de la vida diaria.
Los seres humanos somos seres complejos, en cada uno de nosotros esta lo mejor y lo que no es tan bueno muchas veces. Nuestra vida se desarrolla en relación al lugar donde trabajamos, estudiamos y nos movemos desarrollándonos.
Desde hace tiempo en el deporte, en las empresas, el trabajo ha surgido como una máxima que para alcanzar un éxito, un logro lo que importa es trabajar en equipo. Y un equipo siempre necesita que se conjuguen en un mismo accionar en pos de un objetivo: los integrantes y un conductor que acompañe a los integrantes. De allí que el conductor no es parte del equipo pero es una de las piezas más importante para que sus integrantes puedan conformar un equipo.
En cualquier deporte que se juega en equipo se requiere un plantel que se puede conformar con individualidades destacadas y no tan destacadas, con estrellas y con pacientes integrantes que muchas veces no son rutilantes pero aportan al conjunto.
Tener un buen plantel no es tener un equipo, tener a las mejores figuras no es tener un buen equipo. Pruebas al canto el deporte argentino jornada tras jornada, competencia tras competencia nos demostró y nos demuestra esta afirmación de que tener un buen plantel no es garantía de tener un buen equipo.
Estimado lector usted podrá recordar equipos de básquet, de fútbol o de cualquier otro deporte y tal vez no recuerde a la estrella más importante de esos equipos y que lograron triunfos y realizaron más de una hazaña deportiva.
No será que nuestra selección de fútbol hace años es sencillamente un buen plantel, y al decir de muchos simplemente un grupo de amigos. Y aclaro que esta afirmación no va en desmedro de los integrantes de hoy, todos grandes jugadores pero que quizás hoy aportan más en sus escuderías que en la selección nacional.
Este plantel no está exento de sufrir las consecuencias de la desorganización existente en la AFA, mal podría decirse también que este mal de nuestro fútbol es exclusivamente por esta razón. Las urgencias económicas y en muchos aspectos la mediocridad de muchos de los dirigentes a todo nivel ponen de manifiesto que debe haber un cambio de rumbo. Y esto no solo se ve en el fútbol, y en otros deportes, también puede ser traslado en otros órdenes de la sociedad en la que vivimos.
La selección argentina de fútbol está conformada por un buen plantel, tiene al mejor jugador del mundo, tiene a los jugadores que triunfan en Europa y otras latitudes y así y todo no es un equipo.
De seguro usted me dirá sigue en los primeros lugares del ranking y le contestaré que sí. Subcampeones de América y del mundo lo cual es altamente meritorio pero para nuestra esencia futbolera sabemos que ser campeón es una deuda pendiente de estos últimos años.
Cuando en un grupo humano pasan los conductores y sigue prácticamente el mismo plantel el problema no está en quienes los conducen sino en los que lo integran. Algo pasa dentro de este grupo de elite que conforma la selección argentina. Y esto señor lector Usted lo sabe quizás porque lo vió o lo escucho alguna vez hasta del equipo del cual es hincha. Claro pocos hombres de los medios se animan a decirlo públicamente muchas veces por conveniencia o por alguna otra razón.
Solo cuando la selección nacional de fútbol deje de ser un buen plantel y se convierta en un equipo podrá alcanzar la gloria y mostrar la grandeza con sus hazañas. Por eso hasta que nuestra selección no sea un equipo deberemos conformarnos con tener mejores o peores resultados. Porque como diría el escritor Eduardo Quintana en un cuento de su autoría: “La grandeza es otra cosa”
Eduardo Piedrabuena
|
