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Se murio el Gordo Lanata

 



 
Hoy dí­a las redes sociales y los medios ante la noticia hace que el impacto aún sea mayor y ello es debido desde hace décadas por el fenómeno de la globalización. Podrí­amos decir mucho más sobre la importancia o no de Jorge Lanata como periodista sin embargo es mi intención ahondar sobre como la sociedad, los polí­ticos y en mundo todo reacciona ante las muerte de personajes célebres. Por estas horas se acumulan las palabras escritas, las notas, los programas sobre la repercusión de la muerte de Jorge Lanata.
Así­ también los silencios atronadores de personas que están con cargos en la administración de la cosa pública y no será la primera ni la última vez en que el silencio ante una muerte o más muertes tengan muestras de silencios oficiales. En estos tiempos de cancelaciones no deberí­a sorprendernos ya que vivimos en mundo en que más allá de las verdaderas guerras que hoy existen en el mundo diariamente convivimos con ejércitos que llevan en un minuto a minuto la "guerra de las palabras". Esta guerra no es nueva pero en estos tiempos el insulto y la descalificación es materia corriente y el celular recientemente ha sido considerado como un arma. Jorge Lanata fue el primero que habla de la Grieta y la definió como la que se vivía en ese momento en la Argentina y que hoy persiste. Mencionó la existencia de dos Argentinas o mejor dicho las dos mitades que convivían en un solo territorio y que no hacen una sola Argentina. Pero la existencia de las antinomias están en la historia de nuestro paí­s como si fueran parte de su ADN. Pero La Grieta existe desde hace décadas. Una muestra de esa grieta lo fue el peronismo y el antiperonismo y me atrevo a decir que hay pocas personas capaces de dejar de lado LA GRIETA ante la muerte. Y quizás en forma arbitraria voy a remitirme a una muestra de grandeza que deja de lado la división, la mirada ideológica o la postura extrema. Antes que nada debo advertir de quienes hablaría son Ricardo Balbín y Juan Domingo Perón. El diputado Balbí­n en su momento vivió el desafuero y la prisión durante el gobierno del General Perón allá por 1949. Hoy el recuerdo del discurso de Ricardo Balbí­n al despedir los restos de Perón en 1974, en nombre de la oposición polí­tica al decir "Este viejo adversario despide a un amigo" me hacer reflexionar sobre la grandeza o la miseria de quienes están en el poder, en los medios y en las redes ante la muerte de personalidades controvertidas. Al recordar ese discurso voy a invitar al lector a buscar el video en la web el discurso pero además solo transcribiré algunas frases que muestran como muchas veces la muerte puede permitirnos actitudes de grandeza o no.
La identificación con cada frase que les dejo de ese discurso y la mirada de los que se manifestaron o no la dejo tarea para cada uno: Pero sobre todo para mostrar cuanto nos falta para alcanzar aquello que dice nuestra Constitución Nacional al marcar a fuego el objetivo de alcanzar la unión nacional. Decía Ricardo Balbín: "Llego a este importante y trascendente lugar, trayendo la palabra de la Unión Cívica Radical y la representación de los partidos políticos que, en estos tiempos, conjugaron un importante esfuerzo al servicio de la unidad nacional: el esfuerzo de recuperar las instituciones argentinas y que, en estos últimos días, definieron con fuerza y con vigor su decisión de mantener el sistema institucional de los argentinos. En nombre de todo ello, vengo a despedir los restos del señor Presidente de la República de los argentinos, que también con su presencia puso el sello a esta ambición nacional del encuentro definitivo, en una conciencia nueva, que nos pusiera a todos en la tarea desinteresada de servir la causa común de los argentinos. No sería leal, si no dijera también que vengo en nombre de mis viejas luchas; que por haber sido claras, sinceras y evidentes, permitieron en estos últimos tiempos la comprensión final, y por haber sido leal en la causa de la vieja lucha, fui recibido con confianza en la escena oficial que presidía el Presidente muerto. Ahí nace una relación nueva, inesperada, pero para mí fundamental, porque fue posible ahí comprender, él su lucha, nosotros nuestra lucha ya través del tiempo y las distancias andadas, conjugar los verbos comunes de la comprensión de los argentinos. Pero guarde yo, en lo íntimo de mi ser, un secreto que tengo la obligación de exhibirlo frente al muerto. Ese diálogo amable que me honró, me permitió saber que él sabía que venía a morir a la Argentina, y antes de hacerlo me dijo: 'Quiero dejar por sobre todo el pasado, este nuevo símbolo integral de decir definitivamente, para los tiempos que vienen, que quedaron atrás las divergencias para comprender el mensaje nuevo de la paz de los argentinos, del encuentro en las realizaciones, de la convivencia en la discrepancia útil, pero todos enarbolando con fuerza y con vigor el sentido profundo de una Argentina postergada. Por sobre los matices distintos de las comprensiones, tenemos todos hoy aquí en este recinto que tiene el acento profundo de los grandes compromisos, que decirle al país que sufre, al pueblo que ha llenado las calles de esta ciudad sin distinción de banderías, cada uno saludando al muerto de acuerdo a sus íntimas convicciones -los que lo siguieron, con dolor; los que lo habían combatido, con compresión-, que todos hemos recogido su último mensaje: "He venido a morir en la Argentina, pero a dejar para los tiempos el signo de paz entre los argentinos". Frente a los grandes muertos tenemos que olvidar todo lo que fue el error, todo cuanto en otras épocas pudo ponernos en las divergencias; pero cuando están los argentinos frente a un muerto ilustre, tiene que estar alejada la hipocresía y la especulación para decir en profundidad lo que sentimos y lo que tenemos. Los grandes muertos dejan siempre el mensaje. Sabrán disculparme que recuerde, en esta instancia de la historia de los argentinos, que precisamente en estos días de julio, hace cuarenta y un años el país enterraba a otro gran presidente: el doctor Hipólito Yrigoyen. Lo acompañó su pueblo con fuerza y con vigor, pero las importantes divergencias de entonces. Colocaron al país en largas y tremendas discrepancias, y como un símbolo de la historia. Como un ejemplo de los tiempos, como una lección para el futuro, a los cuarenta y un años, el país entierra a otro gran presidente. Pero la Fuerza de la República, la comprensión del país, pone una escena distinta, todos sumados acompañándolo y todos sumados en el esfuerzo común de salvar para todos los tiempos la paz de los argentinos. Este viejo adversario despide a un amigo. Y ahora, frente a los compromisos que tienen que contraerse para el futuro, porque quería el futuro, porque vino a morir para el futuro, yo le digo Señora Presidente de la República: los partidos políticos argentinos estarán a su lado en nombre de su esposo muerto, para servir a la permanencia de las instituciones argentinas, que usted simboliza en esta hora.”

Remarco las palabras del Dr. Ricardo Balbí­n que frente a los grandes muertos tenemos que olvidar todo lo que fue error. Sirvan estas palabras de excusa para hablar de una grieta que se acrecienta cada dí­a pero recordando que tener el poder y ejercerlo en una etapa de la historia de un país no es eterno y tarde o temprano como dirí­a Don Julio Grondona "Todo Pasa".

 

 

 

 

 

 

 


Autor: Eduardo Piedrabuena
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